No sé ni por dónde empezar este texto.
Tan solo le doy a la tecla según me surge del interior la frase: “Abre la boca.
Abre la boca que ya está bien de cerrarla, de sucumbir al abandono o al olvido o
qué sé yo”.
Al finalizar este año, en los
instantes que hice recuento de las cosas sucedidas en 2014, me di cuenta de mi
dejadez por este sitio. Entré y me sentí extraña, como cuando vuelvo a casa
después de unas largas vacaciones y veo raro el parqué y hasta el color de las
paredes. ¿Es posible que no me haya pasado por aquí desde el mes de agosto? Es
posible. ¿En qué estoy?
Pues estoy por ahí, dividida en
trocitos de relatos ajenos, vidas de otros, kilómetros en mis piernas (si una
parte de mí hubiese apostado con la otra a que esto iba a suceder, una de mis
mitades estaría totalmente perdida) y la imaginación concentrada en mi primer
guion de cortometraje (y ya si apuesto la que me queda…).
Ocupada en querer ser Alice Munro, Teresa
de Calcuta, Gebrselassie o Berlanga, también va y se me ocurre pensar en lo maravilloso que debe ser ejercer de
barrendera en la noche del 6 de enero. Algo mágico, ¿no?, recoger
el envoltorio de los sueños.
Otro día
me levanto, voy a correr, y mientras desayuno pienso que esto del “running”
(como se le dice ahora -¿por qué tanto anglicismo cuando el castellano es amplio
y suena bastante mejor?) está logrando equilibrar mi yin/yang. Soy una persona
yin/yin/yin nacida en la época más yin del año (pegada al solsticio de
invierno) y eso marca (coincidencia o no) mi carácter (tímida, introvertida,
profunda, femenina). Como digo, el running aumenta mi yang (energía, fuerza
masculina). Quién dice si no terminaré con pelo en pecho.
Y ahora
respiro y me paro a pensar en si estas reflexiones pueden interesar a alguien,
o a divertir, o a llevar consuelo al que crea que no sólo él/ella está fatal.
Pero yo sigo, sobre todo por lo último.
El fin de
semana anterior a Navidad estuve en un taller intensivo de Biodanza. Explicar
lo que es la biodanza es algo sencillo y complicado a la vez, no me voy a
entretener en ello, sólo diré que a
mí me fascina y que este año por aquello de querer ser Berlanga estoy alejada
de ella y que por eso me lancé a realizar el taller que me llevó a biodanzar
durante dos días casi sin parar. Y todo esto me ha servido para reconocer mis
carencias respecto a la confianza en el otro. No creo que el running me pueda
ayudar en esto porque, aunque se corra en grupo, uno siempre lo hace solo.
Últimamente me estoy “argentinizando”.
Veo series de televisión argentina, hablo con amigos argentinos (mejor debería
decir porteños), estudio con un profesor argentino. Así, cuando un texto del Smartphone
sustrae una tilde en palabras como llámale, córtala, arréglalo (convirtiéndola
en llamale, cortala o arreglalo), ni cuenta me doy, ¿viste?
No voy a contar en qué consiste el
guion de mi cortometraje (mi profe dice que no lo haga hasta que esté realizado
–juas-) sólo diré que la idea que me movió a escribir esa y no otra historia es
la consciencia de ver que la sociedad en que vivimos está construida para las
parejas (y más si están casadas en santo matrimonio). El título es, quizá, una
pista: Lubina para dos.
Y bueh (con acento porteño), como
veréis tenía ganas de escribiros aunque esté algo desordenada. Pero derecho tendré
que tener si tienen derecho hasta los centrocampistas del Barça (abstenerse de
comentarios los merengones).
P.D.: Ahhh, por cierto, ¡¡¡Feliz 2015!!!