Era aquella casa la cocina.
Todo se daba en la amplia, luminosa, acogedora cocina.
Como centro neurálgico de la vida familiar, allí no sólo se desayunaba, comía, cenaba, era además, sala de visitas, permanente cafetería, casino donde se jugaban los garbanzos al julepe o salón de comilonas y fiesta para veinticinco.
En el centro, una mesa de madera castellana. Con sus diez sillas de enea y tachuelones de hierro en los respaldos. Gran mesa con alas. Siempre desplegadas.
Más allá, un esquinazo para el fregadero y los fogones. Y una cafetera italiana perennemente haciendo café.
En aquella casa, en aquella cocina, en aquél fogón, siempre el cálido olor a café.
Uno para recibir de la siesta, para aliviar la resaca, para brindarle al que quisiera pasar por la puerta siempre abierta. Porque en aquellos tiempos, las puertas de las casas siempre estaban abiertas.
Sobre los fogones, una especie de chimenea. Y la campana extractora más trabajadora de la historia de la Humanidad.
Y una repisa con un gran mortero de piedra que a todos enamoraba y que es hoy reliquia.
De frente, la nevera, grande e insuficiente para enfriar todo.
Abrirla en la mañana del quince de agosto suponía riesgo de cataclismo.
La tarta de milhojas hacía equilibrios sobre el salpicón de marisco. Este se daba codazos con el bienmesabe. La coca-cola intentaba asomar la nariz entre las botellas de vino blanco.
El que se atrevía, la volvía rápidamente a cerrar para no oír gritos. Los de dentro y los de fuera.
En el mismo corazón de la estancia, la columna. Vertebral de aquella casa hecha a pedazos. Como testigo de generaciones, de los años, de las edades.
Y unas rayitas en su cara sur. Registro inmemorial del crecimiento. De la ilusión del encuentro estacional, como el más imparcial juez del quién llegó más alto.
Lindando con la cocina, o mejor, casi dentro de la misma, un dormitorio. Pequeño, con dos camitas y un secreter. Y con una ventana. La ventana que daba al pasillo que conducía a la cocina. Reminiscencia de la estructura de la antigua casa que, mucho más pequeña, terminaba allí. Ventana que, como confesionario, albergaba en aquellos veranos las conversaciones telefónicas de amores adolescentes, que actuaba como refugio y lugar de paz acallando la algarabía del hogar siempre concurrido.
Y sobre ella, sobre la cocina, una buhardilla que era otra habitación.
Con otras dos camas donde dormía con su hermana y sus dos primas.
Entre esas dos paredes y ese tejado tantas confidencias compartidas. Tantas pasiones idealizadas, fingidas, ciertas. Tantos secretos comunes que a ellas parecieron extraordinariamente singulares.
***
Un grito despierta la mañana. Las gaviotas en tierra anuncian que hoy no habrá playa y el olor del café invita a levantarse, a espabilar, a reencontrar la familia allá abajo, en la cocina.
Ilustración: Silvia Sanz
Texto: Esperanza Castro
Texto: Esperanza Castro
¡Qué gusto!
ResponderEliminarTener un lugar a más de...
Y lo disfrutas doble, cuando lo imaginas y cuando lo vives
Tati, un saludote a tus tatis
Disfrútalo, píntalo y decóralo hasta que sea tú.
FELICIDADES Manuel
Ya entré, hasta la cocina....
ResponderEliminarManuel
Perdí mi primer mensaje......
ResponderEliminarGrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
TATI.... Desde que el tiempo era joven, las cocinas siempre han sido lugar de reunión para platicar sabroso mientras se toma el café o se come o se cocina. Las sobremesas de mi infancia así lo demostraban. Muy pocos, sólo los queridos entre los más queridos tienen acceso a mi cocina. Y te confieso algo.... a mí todavía me gusta zurcir calcetines o sábanas. Odio tirar algo sólo porque se le haga un hoyito.El desgaste de algunas cosas me recuerda que hay que reforzar antes de darse por vencido.
Felicidades Tati y también felicidades a SILVIA SANZ......qué diera por poder ilustrar alguna idea, la más simple, Por Dios!! yo no aspiro a más....
Felicidades pues a TATI Y A SILVIA y como dices, A NOSOTROS TAMBIÉN.....
¿Habrá un gazpachito frío?
La persona que te hizo la ilustración debe quererte mucho, ¿eh? Maravillosa, maravillosa la estampa.
ResponderEliminarUn abrazo, Tatirín.
Subversivo tu blog... Quise postear como Isa, pero el susodicho metió mano. Ya nos vamos conociendo.
ResponderEliminarSi, Isa, así es, NOS QUEREMOS MUCHO.
ResponderEliminarTendrías que ver las cartas que nos intercambiábamos en aquellos largos veranos.
Las suyas estaban llenas de dibujos, sonrisas, ingeniosísimas maldades, jeee
En mi caso, no podía encontrar nadie mejor.
(No sé porqué no me permite entrar con usuario y debo firmar por aquí).
Tatiparga
Vaya hombre, ahora sí!!!
ResponderEliminarEste blog es más versátil, Tatirín, tiene muchísimas más herramientas que el de La Comunidad. Será un quebradero de cabeza aprender a utilizarlas, claro que el resultado hace que valga la pena.
ResponderEliminarMe fui... Casi las dos de la mañana en Guayaquil.
¡Besos!
Felices sueños, Malinchita.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita.
Ta mañanita.
Betilón querida, me siento alagada (shhhh, ¡yo tuve acceso a tu cocina!)
ResponderEliminarMuchas gracias por tus felicitaciones, ¡hacen mucha ilu! (estoy convencida de que a Silvia también)
Pues eso, ya sabéis dónde estamos. Las puertas están siempre abiertas.
Precioso. Me encantó la mezcla de letras y pintura. Yo soy tan mala dibujando que admiro muchísimo a los que lo hacen bien. Cuántas letras sugiere un dibujo... y cuántos dibujos sugieren las letras.
ResponderEliminarFelicitaciones por la idea, por las letras dibujadas y por el dibujo escrito.
bueno Tati, sabes q me encanta este texto y esta cocina pero ahora aun me gusta mas si cabe con esta ilustración tan chula. muchas felicidades.
ResponderEliminarestoy segura q de esta colaboración saldrán grandes cosas.
besos
¿Y la columna?
ResponderEliminar¡Hola a todos! Aunque no os conozco en persona a ninguno, sí que tengo cierta imagen formada de muchos de los que aquí habéis dejado algo escrito, a través de vuestros comentarios en el blog de Tati.¡Si casi somos una gran familia, con Tati de matriarca!
ResponderEliminarQuería daros las gracias a todos, por haber recibido con tanto cariño mi humilde colaboración gráfica en este Palacio. Es para mí un honor que Tati haya contado conmigo para decorar sus estancias.
Isabel, ¡claro que quiero a Tati, muuucho! y desde hace muchos años, y cada año que pasa la quiero un poquito más porque, cuanto más se la conoce, más se la quiere.
Vicky, la columna... ejem... quedaba un poquito más a la izquierda, jejejeee...
Tati, espero que continúes escribiendo relatos tan bonitos para poder seguir coloreándolos, y que este lugar vaya llenando poco a poco de sentidos boleros, de valiosos corotos, de historias así de sugerentes y de gente así de encantadora.
¡¡¡Saludos y muchas gracias!!! Silvia Sanz
Que requetebien, yo me pasaré a tomar un cafecito todas las semanas, me encanta lo que cuentan tus historias, no me las perdería por nada del mundo.
ResponderEliminarFelicidades por ese Palacio redecorado.
Tati
ResponderEliminarDe toda la casa lo más personal es la cocina. Me gustan las cocinas que hablan de los que por ellas pasan a través de todo lo que se va dejando acá y allá.
Lo primero el bote del café y la cafetera: filtro, de émbolo, italiana, exprés o el simple cazo para el café turco.
Luego nos vamos fijando en más cosas. Botellas a medio terminar ¿de tinto o de blanco? Un frutero ¿con qué frutas? El hueso de un jamón y su cuchillo encima de la encimera. Un tarro de miel o frascos de vitaminas y suplementos dietéticos.
¿Y qué decir de los post-it, fotos, postales o imanes pegados en el frigo que hablan de la vida de cada día, de seres queridos o de viajes?
Ves que con una simple ojeada a la cocina ya tenemos buena idea de quien la habita.
Es un gusto pasar por la tuya y espero con impaciencia el 15 de agosto
Un saludo para Silvia
Tati felicitaciones, gracias por permitir compartir este Palacio y voy a perderme tus ricas historias y ese rico cafe!
ResponderEliminarSaludos y felicitaciones a silvia
Silvia, no dudo de que quieras muuucho a Tatip. Yo no la conozco personalmente y sin embargo le tengo gran cariño.
ResponderEliminarDe verdad, de verdad, me parece magnífica tu ilustración.
¡Saludos!
Daniel Romay dice:
ResponderEliminarMi Tati, mi primera visita a tu otro palacio. Con cafecito, con güisqi, con gazpacho o con cocido.. o sin nada de todo esto aquí estaré siempre. Porque lo que más disfruto es a ti y tu charla.
¡felicitaciones por la redecoracion del sitio!
ResponderEliminarcon la ilustración de Silvia Sanz resulta sumamente acogedor.
Aquí estoy yo sentadita esperando mi café, y buscando el tarrito de canela pues me gusta así, con una cuchita solamente, y sin azúcar.
La nevera se ve a punto de estallar, mmmm, cuántas delicias esconderá!!!
Pero por ahora un rico cafecito para acompañar la charla diaria, la historia palpitante y siempre graciosa de nuestra querida Tati!!!!!
Junto a Silvia, un dúo de lujo!!!
¡¡Menudo tandem has hecho con Silvia!! Esta cafetera es mucho mejor que la lámpara de Aladino.
ResponderEliminarSiempre me han gustado las cocinas... me evocan personas, olores, sabores, colores, calores...
Si es verdad aquello de que "cocinar hizo al hombre" y que hoy todo "se cocina", me aposento en la tuya y me pido un café solo sin azúcar pero con un poquito de chocolate negro.
¡ENHORABUENA!. Todo positivo.