Era pequeña y fina, selecta y muy delicada, con un filetito de oro que pintaba su silueta, desde su boca hasta el pie.
La jarrita de la leche era la pieza más linda del juego de café antiguo. Estaba hecha de la misma porcelana que las tazas, que los platos, que la cafetera o el azucarero; pero su tamaño y su forma, hasta los diminutos dibujos, hacían de ella una pieza especial. Así ella lo creía.
Pero, a pesar de todo, era una jarra infeliz. De tanto escuchar a otros su belleza y sus bondades, convencida estaba de que aquel no era su mundo. En una estancia de humo, impregnada de grasas y olores de guiso, de asados; enjaulada en la alacena rodeada de loza vulgar, vidrio basto, espantosas ollas; y aquel cazo que sólo se le dirigía para dedicarle palabras soeces.
- La cocina no es mi sitio –se lamentaba afligida-. En el salón, en la vitrina es donde deberíamos estar –susurraba altiva a las otras porcelanas.
- ¡Vaya con la señoritinga! –gritaba ordinaria la sartén de las tortillas- Fíjate que creo que aquí es donde te vas a quedar.
- Pero, ¿dónde vas a estar mejor que en mi compañía, alhaja? –la piropeaba el cazo.
El resto de sus compañeras, las tazas, los platitos, el azucarero y la cafetera, la miraban con candor; con ese cariño que se dedican sólo los de la misma familia, con la compasión de quien la conoce y la sabe niña consentida y maniática, caprichosa, pero niña al fin.
¡Rezaba por que llegara el viernes! Durante el fin de semana siempre cabía la posibilidad de una visita, una merienda de amigas donde la dueña orgullosa sacaría a lucir el heredado juego de café.
Y ella volvería allí, al salón de los cortinajes, a contemplar los sofás chester de cuero, la opalina lámpara de Murano, y hasta la vitrina que presidía el antiguo aparador y con la que tanto soñaba.
Ya de vuelta a la cocina, relataría con detalle una conversación de altura a aquella población tan baja.
- Pero, ¿qué os podría contar que comprendierais? Si sois tan ignorantes que ni el significado de una palabra lograríais captar.
- Cuenta, tú cuenta por esa boquita que yo, con tan solo verla mover, ya me inspiro –le contestaba guasón el cazo al tiempo que meneaba su mango.
- ¡Déjame en paz! ¡Qué ganas tengo de perderte de vista!
Sus compañeros de estancia reían a carcajadas. ¡Cómo les divertían sus aires de grandeza! ¡Cómo esperaban ellos también las tardes del fin de semana!
No fue un sábado normal. Afuera nevaban trapos, el frío nublaba ventanas, la calle se alfombraba de blanco.
La visita de la tarde apareció aterida.
- Por favor, María Luisa, un café para entrar en calor. ¡Tú no sabes la que está cayendo!
La dueña hizo café, calentó muy bien la leche, y posó en la mesita la tan afamada herencia.
- ¡Oh, Dios santo! ¡El jueguito de la abuela!
Su invitada enmudeció. Mil “lo siento”, mil “no importa”, palabras de disculpa, intentos de suavizar el destrozo.
El menaje de cocina contempló un funeral. Lloraba la dueña. Lloraba por su abuela, su madre, por la niña que ya no era.
No intentó reparación para lo que arreglo no tenía. Tiró los añicos al cubo y acarició la joya rescatada de la catástrofe.
- Esto es un milagro -se dijo.
La tomó en sus manos y, entre lágrimas, la llevó hasta la vitrina.
La felicidad de la jarra tan sólo duró un instante: ¡Estaba en aquel lugar! Pero, ¿de qué le servía ahora? Sola no tenía valor. Sin las tazas o los platos, pronto se convertiría en pieza de mercadillo.
Y, ¿qué haría sola allí? ¿A quién le contaría todo? ¿Ante quién presumiría?
Pronto extrañó a las otras. A la sartén y hasta al cazo.
Ilustración: Silvia Sanz
Texto: Esperanza Castro
Este es un cuentito que escribí en el mes de diciembre.
ResponderEliminarSilvia acaba de hornear el dibujo. Está reciente, reciente...
Espero que os guste.
Muchas veces nos sentimos infelices con nuestro destino, pero cuando este se cambia, se hacha de menos aquello que tanto despreciábamos.
ResponderEliminarYa vemos, la jarrita no es una excepción.
Muy filosófico TATIP. Me gusta
Demasiado preocupada por la "galería" y poca capacidad de adaptación.
ResponderEliminar¡Pobre jarrita!
precioso como cuento y enorme sumoraleja
ResponderEliminara cuantos nos sucede lo que a ella
Este cuento me gusta mucho, tiene su moraleja, pobre jarrita, ya no puede presumír.
ResponderEliminarAsí estamos todos, en una soledad acompañada
ResponderEliminarTati y Silvia, esto tiene más fondo que los asientos de un cafe árabe
Un beso desolado e invernal
Lo de los asientos de un café árabe me ha dejado pensativa...
ResponderEliminarYo le diría a la jarrita, para subirle el ánimo, que más vale estar sola que mal acompañada.
Muchas veces no nos atrevemos a romper con una situación que nos disgusta y al final es el azar el que actúa por nosotros. Pero siempre hay algo bueno por descubrir en las situaciones que en principio nos parecen adversidades.
Lo de los asientos de un café árabe me ha dejado pensativa...
ResponderEliminarYo le diría a la jarrita, para subirle el ánimo, que más vale estar sola que mal acompañada.
Muchas veces no nos atrevemos a romper con una situación que nos disgusta y al final es el azar el que actúa por nosotros. Pero siempre hay algo bueno por descubrir en las situaciones que en principio nos parecen adversidades.
No entiendo por qué se ha publicado el comentario dos veces; sólo he pinchado una.
ResponderEliminarCosas del ciberespacio.
Preguntaste si podría servir para lectura de un niño. Pues sí.
ResponderEliminarEl enfoque general y los diálogos en la cocina son divertidos, se entra en escena con facilidad, aleccionador el el desenlace , da para mucha conversacion con el pequeño lector.
La ilustración de Silvia: ¡apabullante!
Confirmado con certeza,
ResponderEliminaregolatría, belleza,
y sobre todo pubertad,
todas sucumben
con los AÑICOS de edad.
Pero hay que reconocer, chavales
que la jarrita está pa ir
al Tü si que vales.
Esperanza, magnifico relato y espléndido dibujo.
ResponderEliminarYo no soy una niña y me conmovió. Es un cuentito para todas las edades. Enhorabuena.
¡¡¡Esto nos supera!!!. Ni podemos publicar fotos ni ná de ná. Bueno, estábamos por el Parque Natural de La Garrotxa cuando, andando, andando, el relato, o la fábula ,tomó forma. Sin saber el final nos gustó y, como siempre, Silvia le puso cara y ojos....Y el cazo, mola mazo.
ResponderEliminarQucks y Pucks
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y, en especial, a Lily por su retorno a este sitio, a Victorese porque por fin se decidió a nombrarse y a Qucks y Pucks que también nos tenían un poco abandonados y han vuelto a casa por Navidad (un poco tarde).
ResponderEliminarEste texto fue escrito para un taller de literatura pretendiendo ser una fábula.
Al leerlo, me dijeron que no era una fábula, que tenía demasiados personajes, que no incluía una moraleja. Bueno, fábula o cuento me pareció interesante saber vuestra opinión y, por lo que veo, aunque la moraleja no sea explícita, de alguna forma sí llegó al lector.
Por eso me gusta tanto conocer vuestras opiniones.
¡Muchas gracias!
moraleja tiene, como q no???
ResponderEliminarme ha gustado mucho, tengo q tenerlo en cuenta para leerselo a mis pequeños en un par de añitos pq como ya se ha dicho aqui a todos alguna vez nos ha podido pasar no valorar lo q tenemos hasta q lo hemos perdido, aunq sea a causa del azar.
el dibujo como siempre genial!!
Quizá si se va a leer el cuento a un niño pequeño, sí debería aparecer la moraleja explícita para ayudarle a sacar conclusiones. Pero para un adolescente o un adulto, que ya son capaces de entender los mensajes entre líneas, no es necesario.
ResponderEliminarMuy bueno el cuento Tatip, y admite muchas lecturas, tal vez pretendían que explicitaras la moraleja " a partir de entonces la jarrita comprendió que ..."
ResponderEliminarTambién es una invitación a analizar nuestra relación con los objetos, esas "cosas" llenas de significados ocultos, cargadas de emociones, y con las que vamos poblando nuestro pequeño mundo.
El dibujo muy lindo y tierno como siempre.
(Estaba revisando mi lista de pendientes y me encontré con la jarrita, un gusto Taticita.)
el anonimato reciente es mío, Ch.
ResponderEliminarHe andado divagando estos últimos días Tati querida. Por eso hasta ahora comento.
ResponderEliminarLa jarrita de leche es una bella fábula aunque haya quienes digan lo contrario. Es una fábula que está entre las mejores que conozco. Su moraleja está implícita. Se presta para que un adulto abunde en el mensaje frente a los críos. Yo mismo lo sentí. En la medida que se acerca al final, pensando en leerlo a mis nietos, iba construyendo una conclusión muy ad hoc de mi propia cosecha.
Como siempre, me encantan tus relatos. Ahora voy por los que me faltan. Besos.