CON BRAZOS INFINITOS
Hoy
quisiera abrazaros con brazos infinitos enroscados
a los
cuellos, aferrada para contaros lo que os quiero,
para
deciros que vuestro dolor es mi pena,
que vuestro
castigo es el mío,
que hoy me
he sentido vosotros más allá de todo sentimiento.
Porque me
cuesta imaginar lo que he escuchado,
porque no
soy capaz de creer que ya no hay nada,
porque no
quiero soñar que lo soñado no es más que humo,
un humo que
se escapa entre los años compartidos,
entre las
horas de café y confidencias mezcladas
con
lágrimas y enormes sonrisas contagiadas.
No puedo
creer que ya no quede nada
de lo que
construyeron, de lo nuestro.
No puedo
creer, mas no me queda otra que creerlo.
***
(Escrito a las tres de la madrugada de la transición entre el viernes y el sábado pasado, después de una cena con queridos amigos y excompañeros de "mi empresa". A todos ellos está dedicada.)