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miércoles, 16 de mayo de 2012

Integración


Ya te lo he dicho, Bábakar, Benjamín forma parte de tus obligaciones y, como tal, tienes el deber de alimentarlo.


No entendía por qué ella no lo entendía.


Había cruzado el Sahara hacinado en un camión con otros veinte; había padecido hambre y sed, dejado atrás a su familia; había invertido todo en aquel infernal viaje después de vender sus exiguas posesiones. Se había desarraigado completamente, pero sus más íntimos valores aún estaban allí.


Su religión lo prohibía. En la casa le habían transmitido el respeto por la naturaleza, el amor por lo que nos rodea, la crianza de los animales. Pero igual, también le habían enseñado que el cerdo era un animal impuro, que no se debía criar, ni comer, ni mucho menos cuidar como si de una persona se tratara.


Y ahí estaba él, trabajando para una mujer que, entre unos cuantos caballos, había decidido adoptar como mascota a un gorrino de nombre Benjamín y vietnamita de raza, pero gorrino al fin.


Y la Doña quería que lo alimentara. Y él se esforzaba por hacerle comprender el asco, el estremecimiento que lo invadía más allá de la razón, muy lejos de su propia consciencia.


-   No puedo, Doña, no puedo…


-   Lo siento sinceramente, Bábakar. Lamento que te sientas tan mal, pero tienes que integrarte. Si has decidido venir hasta aquí, si has aceptado este trabajo, si estás bien en la finca, en nuestra comunidad, has de asumir las labores que te corresponden y, entre ellas, está Benjamín.


El senegalés miraba el movimiento de su boca, pero solo veía la carita de Fatou, la niña que con su mano de cuatro años le dijo adiós. Y vio el mijo y el arroz que no crecían desde hace meses, y los entrecortados labios de su amorosa  Aminata…


Bábakar agachó la cabeza, se inclinó y recogió el cubo, le dio la espalda a la Doña y, lentamente, se encaminó hacia la cuadra donde esperaba hambriento Benjamín.


***


Este texto lo escribí para otro blog donde comparto espacio con otras escritoras amigas.
Ahora lo traigo aquí para que pueda ser disfrutado con todos los que transitáis por aquí y no por allá.
Espero que os guste.


P.D.: Por cierto, os mando un beso azul, azul como el mar Caribe.

Texto: Esperanza Castro

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