¿Qué color tienen las palabras?

¿Qué sílaba definirá el trazo?

¿Qué imagen para expresar un sentimiento?

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡FELIZ NAVIDAD!

-   ¿Y cómo se te plantean las navidades?
-   Pues como siempre, hija. Aún no sabemos dónde vamos a cenar en Nochebuena.
-   Pufff, yo tampoco. La comida de Navidad la organizo yo, pero entre mis cuñadas no se ponen de acuerdo con lo de a quién le toca la cena del veinticuatro.
-   Un año y otro lo mismo, ¿verdad? A mi suegra no se le puede pedir nada y, claro, mi madre no está para estos trotes.
-   Con lo que me imagino que te tocará otra vez a ti…
-   ¡Qué dices! Yo ya me encargué el año pasado y ya le dije a Pepe: “Vale que este año lo hago yo pero el que viene en casa de tu madre que para eso vosotros sois cuatro hermanos y yo soy hija única”, así que me niego, que lo tenga claro.
-   Ayyyy, Ana, no sé porqué te vas a poner a discutir con Pepe si entre vosotros no está la bronca. Además, sabes perfectamente que al final, terminarás pringando tú.
-   Sí, ya, claro, y me estoy imaginando a la señorona de mi suegra y a las pitiminís de mis cuñaditas sin mover un dedo… ¡si hasta el pobre Pepe hace más que ellas!
-   ¡Hey! ¡Que se me pasa la parada!... ¡Pásalo bien!
-   ¡Igualmente!
-   ¡FELIZ NAVIDAD!
-   ¡Eso! ¡FELIZ NAVIDAD!

(Basado en conversación real entre Plaza de Castilla y Cuzco, línea 10 del Metro de Madrid).

                                                                  ***

¿Quién no ha escuchado, dicho, participado en alguna conversación así?
Que levante la mano el que no ha tenido alguna Navidad con movidas, morros y ambiente de cortar con cuchillo.

La Navidad es ocasión para juntarse, para celebrar, para reír y para soñar. Pero, a veces, entre todas estas cosas lindas, hay compromisos que no nos apetecen, comidas o cenas con algún pariente o amigo al que no soportamos, del que huimos durante todo el año y con el que debemos de claudicar por el bien de “la paz mundial”.

Sin embargo, salvo esos pequeños detalles, para algunos muy grandes, estos días hay que aprovechar los buenos momentos, y así espero que disfrutéis los vuestros.

Con todo el cariño del que somos capaces:


¡¡¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!




“La paz mundial la conseguiremos, si todos y cada uno aportamos nuestros mejores sentimientos para regar nuestro maltrecho planeta.”

Esperanza y Silvia

miércoles, 14 de diciembre de 2011

28 bodoni negra cursiva

Se asomó a la oscuridad como pidiendo permiso.
Marcos para fotografías, una lupa, una copa de coñac tallada, un cuaderno de planas para caligrafía de los años setenta, un quinqué ámbar con la pantalla levemente resquebrajada. Los contempló uno a uno detenidamente y alzó de nuevo la vista hacia el descascarillado número de la calle. Quería asegurar que no se había confundido, que era la dirección exacta del anuncio encontrado en Internet.
Volvió hacia lo oscuro y sus pupilas se tomaron unos segundos en adivinar la silueta de él.
Al sentirla en el umbral de la puerta, el anciano interrumpió su labor y se giró para observar por encima de sus anteojos.
-        Dígame.
-        Sí, soy… a ver… -tartamudeó la mujer sin lograr, como le ocurría siempre, elegir las primeras palabras-. Soy la que le escribí diciéndole que estoy interesada en el juego de imprenta.
-        ¿Juego?
-        Me refiero a las letras antiguas de imprenta que tiene usted anunciadas en Internet.
-        Ah… ya… las letras. Las anunció mi nieto -y guardó un silencio que ella no se atrevió a romper.
-        ¿Y me dice usted que las quiere? -añadió después de la pausa.
-        Sí, mire… sí, las necesito para un cartel -respondió nerviosa dando una explicación que no le habían pedido.
El viejo seguía con la cabeza ligeramente inclinada. Sus ojos sobrevolaban la montura de sus gafas, clavados en ella, escrutándola, examinándola, evaluando si aquella mujer joven era merecedora de sus últimas letras.
-        ¿Para un cartel dice usted?
-        Es que… -dudó al tiempo que cruzaba los brazos a la altura de la cintura- quiero crear una página web…




-        Ya -la interrumpió él-, Internet… -murmuró dibujando una perfecta línea horizontal en lugar de su boca- Esas máquinas nos vinieron a joder la vida.
-        ¿Se refiere usted a los ordenadores?
-        Nos vinieron a joder la vida, sí -prosiguió el hombre sin escucharla-, a terminarnos de decir que no éramos nadie, ¡que nos fuéramos al carajo! -y acompañó su lamento con un puñetazo sobre el endeble mostrador para después añadir con voz neutra:
-        Yo era linotipista, ¿sabe? Sí. Éramos unos artesanos, artistas diría yo.
-        Allí me sentaba -alzó la barbilla para señalar algo oculto al fondo, en la penumbra del local. Ella siguió, entre atenta y curiosa, su gesto con la mirada-, tecla va tecla viene, y las letras bajaban para formar palabras, las palabras líneas, las líneas párrafos…
-        Eso hoy también lo hacemos… -quiso ella intervenir con una tibia sonrisa.
-        ¡Hombre por Dios, no me diga usted! -pareció volverse a alterar el anciano- Antes, cuando una letra se encasquillaba, se atascaba, nosotros mismos desmontábamos la máquina, desatrancábamos la letra, la cambiábamos si era menester… Hoy en día, cuando esos cacharros se rompen, uno los abre y no se encuentra nada más que cables, planchas con esas cucarachas negras…
-        Los chips...
-        … que uno mira y no toca porque ¡como para tocar!, y uno se pregunta: ¿y las letras? ¿y las palabras? ¿los párrafos?
-        En eso lleva usted razón – asintió conciliadora.
-        Y, claro, te sientes un inútil –prosiguió como en monólogo- y te toca llamar a tu nieto, que de eso sabe bastante más que tú, y te sientes nada… ¡bah! Yo que me conocía palmo a palmo mi linotipia.
Lentamente se quitó las gafas, las limpió con los faldones de su camisa y las volvió a colocar con sumo cuidado.
Ese gesto pareció traerlo de nuevo al espacio de su pequeña tienda, al mundo y a la realidad de la mujer que tenía delante.
-        Dígame -preguntó de nuevo-. Sí, ya, no me lo repita. Usted quería mis letras… para un cartel.
Se volteó lentamente, y arrastrando los pies como quien arrastra su propia existencia, alcanzó la pequeña caja de madera compartimentada, con las sesenta y seis letras veintiocho bodoni negra cursiva, con las vocales acentuadas y la u con diéresis, y con las cedillas versal y caja baja.


Ilustración: Silvia Sanz
Texto: Esperanza Castro

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