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¿Qué sílaba definirá el trazo?

¿Qué imagen para expresar un sentimiento?

domingo, 11 de enero de 2015

¡Abre la boca!


No sé ni por dónde empezar este texto. Tan solo le doy a la tecla según me surge del interior la frase: “Abre la boca. Abre la boca que ya está bien de cerrarla, de sucumbir al abandono o al olvido o qué sé yo”.

Al finalizar este año, en los instantes que hice recuento de las cosas sucedidas en 2014, me di cuenta de mi dejadez por este sitio. Entré y me sentí extraña, como cuando vuelvo a casa después de unas largas vacaciones y veo raro el parqué y hasta el color de las paredes. ¿Es posible que no me haya pasado por aquí desde el mes de agosto? Es posible. ¿En qué estoy?

Pues estoy por ahí, dividida en trocitos de relatos ajenos, vidas de otros, kilómetros en mis piernas (si una parte de mí hubiese apostado con la otra a que esto iba a suceder, una de mis mitades estaría totalmente perdida) y la imaginación concentrada en mi primer guion de cortometraje (y ya si apuesto la que me queda…).

Ocupada en querer ser Alice Munro, Teresa de Calcuta, Gebrselassie o Berlanga, también va y se me ocurre pensar en lo maravilloso que debe ser ejercer de barrendera en la noche del 6 de enero. Algo mágico, ¿no?, recoger el envoltorio de los sueños.

Otro día me levanto, voy a correr, y mientras desayuno pienso que esto del “running” (como se le dice ahora -¿por qué tanto anglicismo cuando el castellano es amplio y suena bastante mejor?) está logrando equilibrar mi yin/yang. Soy una persona yin/yin/yin nacida en la época más yin del año (pegada al solsticio de invierno) y eso marca (coincidencia o no) mi carácter (tímida, introvertida, profunda, femenina). Como digo, el running aumenta mi yang (energía, fuerza masculina). Quién dice si no terminaré con pelo en pecho.

Y ahora respiro y me paro a pensar en si estas reflexiones pueden interesar a alguien, o a divertir, o a llevar consuelo al que crea que no sólo él/ella está fatal. Pero yo sigo, sobre todo por lo último.

El fin de semana anterior a Navidad estuve en un taller intensivo de Biodanza. Explicar lo que es la biodanza es algo sencillo y complicado a la vez, no me voy a entretener en ello, sólo diré que a mí me fascina y que este año por aquello de querer ser Berlanga estoy alejada de ella y que por eso me lancé a realizar el taller que me llevó a biodanzar durante dos días casi sin parar. Y todo esto me ha servido para reconocer mis carencias respecto a la confianza en el otro. No creo que el running me pueda ayudar en esto porque, aunque se corra en grupo, uno siempre lo hace solo.

Últimamente me estoy “argentinizando”. Veo series de televisión argentina, hablo con amigos argentinos (mejor debería decir porteños), estudio con un profesor argentino. Así, cuando un texto del Smartphone sustrae una tilde en palabras como llámale, córtala, arréglalo (convirtiéndola en llamale, cortala o arreglalo), ni cuenta me doy, ¿viste?

No voy a contar en qué consiste el guion de mi cortometraje (mi profe dice que no lo haga hasta que esté realizado –juas-) sólo diré que la idea que me movió a escribir esa y no otra historia es la consciencia de ver que la sociedad en que vivimos está construida para las parejas (y más si están casadas en santo matrimonio). El título es, quizá, una pista: Lubina para dos.

Y bueh (con acento porteño), como veréis tenía ganas de escribiros aunque esté algo desordenada. Pero derecho tendré que tener si tienen derecho hasta los centrocampistas del Barça (abstenerse de comentarios los merengones).

P.D.: Ahhh, por cierto, ¡¡¡Feliz 2015!!!

 
Texto: Esperanza Castro

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