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lunes, 19 de septiembre de 2011

A los pies de La Maliciosa

El jueves compré unos nardos.
Cuatro varas de nardos y tres lirios. Malvas. Los lirios malvas y los nardos blancos.
Me sorprendió el olor del blanco, dulce, intenso, delicioso, tan difícil de describir como complicado es dibujar con palabras cualquier olor.
Estos días al despertarme me invade su aroma. Me gusta tener flores frescas en casa, en mi habitación, en el salón. Esta afición la adopté hace dos años, cuando el cuerpo comenzó a pedirme naturaleza.
A partir de ésa tengo una especie de veneración por lo natural. El mar siempre, el campo, las montañas ahora, los ríos, lagos, eternamente los volcanes. Por eso desde hace unos meses se me ha antojado el deseo de abandonar la gran ciudad. No es que sea una obsesión, ni tan siquiera lo veo muy claro, pero cada vez encuentro más ruidosa mi casa, más contaminada, más alejada de lo que mi cuerpo reclama.
Durante mis cuarenta y siete años he afirmado que Madrid es mi lugar, que soy urbanita por encima de todo, que me gusta tener al alcance de la mano cines, teatros, museos, bares, restaurantes, tiendas… todo lo que esta locura de ciudad ofrece. Pero ya no. Sí pero no. Sigo queriendo su oferta cultural, su ambiente, su vida, pero quizás ahora lo quiera en pequeñas dosis, o quizás lo quiera sólo cuando yo lo quiera.
Por eso he comenzado a escaparme un día a la semana. Llevo dos domingos consecutivos subiendo a la Sierra, a El Boalo, a la finca donde mi hermana Elvira trabaja con los caballos. Con caballos y niños y adultos que tienen problemas de psicomotricidad. Una preciosa labor para la que hay que valer y, además, tener vocación.
Le llegó esta vocación de la mano de la que siempre creyó que era para toda su vida, la de veterinaria especialista en équidos. Después de veinte años de sanar, amar a estos bellísimos animales, le asaltó la pasión por ayudar a personas discapacitadas utilizando las bestias como amables herramientas.
Verla en esa ocupación me asombra. Y me enorgullece. Y me dan ganas de ayudar. Y me pesa la alergia que el pelo de los caballos me produce. Una alergia que causa asma hasta el punto de impedirme respirar. Pero no lo descarto del todo. Ayudar, digo. No sé, algo se nos terminará ocurriendo, me imagino colaborando… y escribiendo. O contando cuentos. Yo qué sé, algo.
Y sigo contando que a mí ese sitio, al pié de La Maliciosa y La Pedriza, me da paz.
Me levanto los domingos alegre pensando en mi solitaria caminata, y me calzo unas zapatillas que no imaginaron que iban a terminar en éstas, con lo vaga que yo soy para estas cosas.
Avanzo saboreando paso por paso, aunque haga calor y los tábanos se empeñen en cebarse en mí, aunque mi peluda de cuatro patas se rinda a media ruta tumbándose en la senda, aunque tenga que cargar con sus tres kilos todo el camino de vuelta.
Luego, en el antiguo vagón de tren, me espera mi Coca Cola, y mis patatitas fritas, y la compañía. El mejor premio para el esfuerzo que, cada domingo, me parece más liviano.
Nota: Por si queréis cotillear www.caminosdeherradura.com

6 comentarios:

  1. bueno veremos si de esta forma es mas facil
    te mando un beso . mi comentario ya estava en el otro

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  2. Daniel Romay dijo:

    Por fin pude entrar al otro...

    (Todavía no sé como dejar un comentario en la forma más correcta)

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  3. No entiendo lo que esta pasando...

    Besos guapa!!

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  4. Tati, me has traído muy buenos recuerdos. La Maliciosa, el Yelmo, los baños en el Manzanares, las marchas por la Pedriza, la despedida a Carmen Martín Gaite en el Boalo… Todo el entorno que viví y disfruté durante muchos años. Menos mal que lo tenemos a un paso y de vez en cuando es fácil escaparse. ¿Elegir?...depende de tu trabajo y el horario. Tu hermana lo ha hecho muy bien.
    Un abrazo y no te pierdas el otoño.

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  5. Me parece muy interesante lo que hacen tu hermana y sus colaboradores.

    Los lugares que describes son los de mi infancia y juventud ¿cómo no los voy a querer?

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  6. Tatip, entro hoy porque no pude antes.Eso que te ocurre es contagioso.Me está pasando estar en contacto con la naturaleza y rodearme con la paz que ella brinda. Verás,por primera vez a mis cincuenta y cuatro,atiendo dos plantitas.Antes, otros. Me siento plena. Felicito a tu hermana por tan solidario trabajo, y a ti por visitarla.
    Besos

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