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martes, 4 de octubre de 2011

El cuenco tibetano

Suena un armónico.
Suena un armónico junto a otro armónico dentro de un conjunto de cientos de armónicos.
La maza forrada de fieltro gira sobre el borde del cuenco y el roce produce una leve vibración. El metal entra en resonancia y el canto se expande por la estancia, se cuela por la ventana, llega hasta la calle.
+++
No fue un amor a primera vista.
Casi por casualidad, y acompañando a un par de amigas que querían probarse aquel vestido tan bonito de artesanía india, fue que dio con la diminuta tienda.
El angosto local a pié de calle sobrevivía abarrotado de babuchas bordadas a mano, vestidos de algodón estampado, pulseras de poderes milagrosos, mandalas de mil colores, pañuelos, pendientes, joyas de plata y cristales de cuarzo, cajas de filigrana tallada y, en aquella estantería, unos cuencos de metal dorado mate con una especie de maza de mortero que sobresale de su interior.
-          Son cuencos tibetanos –le aclaró la amable dependienta- sirven para meditación, simplemente escuchando su sonido infinito o bien para hacerlos sonar encima de cada uno de tus chakras.
Escogió uno, consistente, recio, pesaba casi un kilo e imitando el movimiento de la vendedora, lo hizo sonar.
-          “Interesante –pensó-, son bonitos pero quizá demasiado caros.”
Y añadiendo en voz alta comentó amable:
-          Me gustan. Ya me pasaré por aquí algún día con más tiempo.
Mentira piadosa para quedar bien. Pero, ¿qué necesidad tenía de quedar bien? ¿Por qué no expresarle a la vendedora la verdad? ¿De dónde le venía ese cierto apuro de confesar que su precio le parecía caro en exceso?
Se despidió presurosa de sus amigas y marchó distraída calle abajo casi corriendo para continuar sus quehaceres.
La factura de la luz, el colegio, los niños, hoy cenaremos pizza, tengo que llamar a la asistenta, que no se me olvide pasar la ITV… los armónicos. Los armónicos como fondo de sus pensamientos.
Era curioso. Aquel objeto, aquel cuenco bruñido de siete metales que había sonado entre sus manos, como un lamento, como extraño concierto particular, y que ella misma había despreciado de manera burda y material, se le presentaba ahora puro, mágico, una presencia imposible de obviar, como si le estuviera llamando.
Sonrió y, apartando de un manotazo aquellos pensamientos, prosiguió su frenético caminar.
El reloj del Ayuntamiento… los armónicos, la sirena del colegio… los armónicos, el plato de loza… un cuenco dorado, la cuchara… un mazo de madera que da vueltas sobre un cuenco dorado que emite una serie de armónicos…
Pero, ¡por Dios santo! ¿Qué me pasa? ¿Qué tanto me pasa que no puedo quitarme de la mente la imagen y el sonido de ese cuenco y sus puñeteros armónicos?

Al atardecer la puerta de la tiendecita advierte de una presencia.
La vendedora sonríe y sin mediar palabra, extrae de debajo del pequeño mostrador de madera un paquete de plástico burbuja recubierto de papel de estraza.
-          Nunca antes nadie lo había hecho sonar –añadió al tiempo que se lo alcanzaba- tómalo, te estaba esperando.
Y en el aire, sonó un armónico…

Ilustración: Silvia Sanz
Texto: Esperanza Castro

21 comentarios:

  1. Bueno, ahora parece que ya deja hacer comentarios. He tenido que cambiar la configuración. Espero que ya deje de dar problemas.

    Besooooo

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  2. Qué bonito. Hasta he podido escuchar los armónicos.
    La ilustración, como siempre, hermosa.

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  3. Nuestro ruido interno se neutraliza con esas armonías, y el resultado es paz.
    Y la lección es que la podemos encontrar en los lugares más insospechados


    Saludos mi Tati

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  4. Creo poco en chakras, energías corporales, chamanes, karmas, nirvanas y demás cuestiones de tipo esótérico. Pero sí comparto esa idea que plantea el relato de que a veces se nos enreda en la mente un encaprichamiento, sin saber exactamente por qué, que resurge constantemente y sólo se apacigua cuando se consigue.

    ¿Quién no ha comprado algo por un impulso de deseo irrefrenable? ¿Y cuántas veces después hemos pensado "y esto por qué lo compré"?

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  5. Es la primera vez que te leo y me ha encantado. Espero leer muchas cosas tuyas. Un saludo

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  6. Nunca me ha sucedido algo igual, Tati, si algo me gusta lo proceso ipso facto y lo compro en ese momento si está al alcance de mi bolsillo. No deja de ser extraña la sensación que te dejó el armónico... ¿y al menos lo consevas?

    Un palo de lluvia para ti, y otro, idéntico, para la virtuosa Silvia Sanz: http://www.camari.org/uploads/tx_extendedshop/531801.jpg

    ¡Besitos!

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  7. Tu comentario me recuerda que hace mucho tiempo, me enamoré de una caja de música… no volví a buscarla…
    Muy bueno. Abrazos

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  8. Traslado aquí alguno de los comentarios que no han podido llegar a este sitio y que he recibido por correo:

    Chúcara dijo
    hermosa y muy imaginativa historia Tatip,

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  9. Mira, me ha encantado.

    Suena tan pelota, pero es la verdad, que quieres que te diga……..

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  10. Me encantó el cuenco !!! y lo qué más gracia me hizo es haber estado allí y ver cómo cambió la versión !!!


    Por cierto el dibujo es precioso !!

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  11. Sospechaba que había algo de verídico en este relato, pero después de leer los demás comentarios lo he confirmado. Tati, tienes el cuenco en casaaaa???? !!!!!

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  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  13. Lo siento, eliminé el anterior comentario porque se me publicó dos veces el mismo.

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  14. Jaaaa, sí Silvia, el cuenco está en casa, ya lo escucharás cuando vengas por aquí. Y te contaré su verdadera historia.

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  15. Pues yo me quedé con la intriga,
    la frase de la vendedora no me preocupa porque tienen verdadera psicología y ven en los rostos claramente si han quedado impactado.
    Si la versión de que ya estaba empaquetado es de tu imaginación para darle un toque misterioso al relato, tampoco me preocupa.
    Pero sí quiero saber si, extraído de su lugar mìstico, ¿funcionó?

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  16. Mi Marioncheta, la historia está construida de retales. Unos reales, otros inventados, pero el cuenco existe y es divino. Y es en realidad mágico. ¡Me gustaría tanto que pudieras escuchar su sonido encantador!
    Por cierto, mi perrita lo odia. En cuanto empieza a sonar, sale despavorida por el pasillo hasta el otro extremo de la casa.

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  17. Pobre Queca; a lo mejor no es miedo, sino que la frecuencia del sonido le hace daño a los oídos.

    En cualquier caso, espero que el embrujo del cuenco no vaya más allá de la obligación de comprarlo a quien lo escucha. ¿Has notado fenómenos extraños desde que lo tienes en casa? Jeejejejee.

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  18. Claro que lo de Queca debe ser la frecuencia, ¡pero es tan graciosa!
    De momento, no sé si ha provocado fenómenos extraños, lo que sí diré es que así consigo que la perruca me deje tranquila en los instantes que quiero soledad, jeee

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  19. El ritmo de tus palabras serena. Una vez me sometí a un cuenco y me llevó al otro mundo; todavía no sé si me gustó esa experiencia. Pero tu ritmo si me encanta, te digo, serena. La ilustración me gustó también. Eres una suertuda al contar con esa colaboración.

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  20. Muchas gracias Passapera.
    Sí, soy consciente de la suerte que tengo con la colaboración de Silvia, pero aún más suerte con contarla entre mis amigas desde hace más de treinta años.

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  21. ... lo que quiere decir casi desde recién nacidas... jajajajajaa.

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