¿Qué color tienen las palabras?

¿Qué sílaba definirá el trazo?

¿Qué imagen para expresar un sentimiento?

jueves, 6 de diciembre de 2012

Raimundo, Rey Mago


Conocí a mi vecino Raimundo antes incluso de que lo fuera.

Entré en su casa llamada por un “Se Vende”. Me la mostró entusiasmado. El tamaño, sus tres dormitorios, la zona (“…en la que no se oyen las ambulancias, se lo puedo jurar…”), todo coincidía con la vivienda que mi hermana, que era la que había descubierto el cartel al pasar, y yo estábamos buscando.

-        Le prometo que es un barrio tranquilo –prosiguió Raimundo haciéndonos el artículo- tanto que nosotros vendemos este piso porque necesitamos una casa más grande pues mi suegra se viene a vivir con nosotros, pero nos mudamos ahí atrás.

Seguíamos alegremente su cháchara. El hombre era muy simpático.

Nos pidió que esperáramos un momento y al rato volvió con unos planos entre las manos. Los extendió sobre la mesa del comedor y allí nos mostró los pisos que estaban construyendo justo en el bloque de al lado.

Nos despedimos diciéndole que su piso era bonito pero que el precio era quizá un poco alto para lo que estábamos dispuestas a pagar.

Al salir de allí, mi hermana, que para estas cosas siempre ha tenido mucha más vista que yo, me sugirió que fuéramos a ver los pisos nuevos, los que el mismo Raimundo nos había mostrado. Terminamos comprando uno de tamaño mediano, algo más pequeño que el de Raimundo, y de esta manera fue como mi vecino se convirtió en mi vecino.

Pero no vendría a contar hoy yo esto si la historia se hubiese quedado en esta anécdota.

La zona en la que yo vivo, que veinte años más tarde ya no es tan tranquila, vive en torno al Hospital Ramón y Cajal.

Como es habitual, alrededor de los hospitales es muy difícil encontrar aparcamiento, sobre todo en las horas centrales del día, y esta dificultad se ha convertido para un puñado de inmigrantes subsaharianos en su modo de subsistir.

Cada hombre tiene asignado un trozo de calle, o un puesto libre entre dos coches, a veces dos comparten un hueco. Corren arriba y abajo, disputan un cacho de acera, luchan la moneda de euro que, se supone, les dará el conductor al terminar de aparcar. 

La vida de estos hombres, a los que imagino durmiendo en el suelo de veinte en veinte, es muy dura. Están ahí desde las seis de la mañana, cuando empiezan a llegar los primeros coches, y no se van hasta el cierre de visitas al hospital. Frío bajo cero estos días, calor de cuarenta en el verano.

Pero, al menos los de mi calle, tienen un rey mago. Todos los días Raimundo les baja pan, fiambre, una pieza fruta. Todos los días, mi vecino les proporciona un algo para superar la vida de la calle.

Médico jubilado, esposo y padre cariñoso, abuelo tierno de una niña adoptada en África, Raimundo es capaz de llamar a estos hombres por su nombre.

Ayer, regresando de darle un paseo a mi perrita, Raimundo y su mujer me adelantaron cargados de bolsas de supermercado. Al cruzar el patio que forman los edificios, pude ver cómo mi vecino reía abrazado a cuatro de ellos.

¿Cómo podrían mis palabras describir la imagen?

Creo que en lo que primero que pensé fue en la Navidad. En esta época en la que todos pretendemos ser mejores, más generosos y alegres y cariñosos.

Pero no, aún no es Navidad, y sin embargo él hace que lo parezca, porque cada uno de los días del año mi vecino Raimundo se viste de Rey Mago.


Texto: Esperanza Castro

26 comentarios:

  1. Hay veces en la vida que un escalofrío nos recorre la espalda, nos pone la piel de gallina, nos calienta el corazón y nos humedece los ojos. Me ha emocionado tu relato. Gracias por compartir a Raimundo. Besos, pupu,

    ResponderEliminar
  2. Es conmovedor tu relato !!!!!!!!!!!!!! si hubiera muchos Raimundos el mundo sería mejor . Estoy segura que a esos hombres les hace mejor el abrazo que los víveres .

    ResponderEliminar
  3. En México les llaman franeleros (por la franela roja con la que te llaman la atención y "limpian" tu auto) o viene-viene
    Terminan por tomar el control de las calles y chantajear a los automovilistas, misteriosamente, si no les pagas tu cuota, aparece rayada la pintura de tu coche.
    Y en las cercanías de las escuelas y bares, generalmente son los distribuidores de droga de la zona
    ¡Cuidado! El camino al infierno esta pavimentado de buenas intenciones.
    -Por una ciudad para sus habitantes-
    Un beso Tati

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Respeto tu opinión, Manuel, aunque no comparto las generalizaciones (contesto más abajo)...

      Eliminar
    2. Probablemente en Madrid sea diferente, aquí ya son una mafia que tomó nuestras aceras

      Eliminar
  4. Hay muchas maneras de ayudar, y esta, no es una de ellas

    ResponderEliminar
  5. Pues yo no se que decir. ¿ es ayuda proporcionarles algo de comida y calor humano? siempre pienso ¿y si fuera yo o alguno de los míos ? y termino dando y aplaudiendo a Raimundo pues ante la duda prefiero pensar que somos honrados y que la necesidad es verdadera.

    ResponderEliminar
  6. Fabiola:
    Pues sí, que bonito ser bueno. Mientras no sea tu calle la que ocupan, o tu carro al que rayan, o a tu hijo al que intoxican
    Ganan más que tú y te chantajean al final

    ResponderEliminar
  7. Para mí es un dilema.
    Por un lado me da pena la vida que llevan estas personas; pienso que nadie elige vivir así, sino que circunstancias adversas te abocan a ello. Por otro, creo que son parásitos de la sociedad, ganando dinero por no hacer nada útil, aprovechándose del temor de la gente a que les estropeen el coche en venganza. Y, sinceramente, cuando me los encuentro me pongo de muy mal humor.

    Desde luego, Raimundo se merece una medalla a la bondad, pero opino que debería orientar su generosidad hacia gente que lo merezca más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bien por ti Silvia
      Completamente de acuerdo
      Aquí no va lo de has el bien sin mirar a quien

      Eliminar
    2. Silvia, quizás para Raimundo no haya quién lo merezca más.

      Eliminar
  8. Este relato me ha conmovido hasta las lágrimas. Si, se me rodaron dos o tres...
    Pero fue más que nada por la generosidad de Raimundo y su familia. No es fácil encontrar personas así y aplaudo sus acciones porque a mí me cuesta trabajo. Soy más precavido e incrédulo ante la aparente miseria de personas como esos subsaharianos que proceden, indudablemente, de un país con hambre y buscan otro para poder subsistir. Sin embargo existe la otra cara de la moneda como comentan Manuel y Fabiola que habría que considerar si se les hace algún bien cuando su verdadera intención es causarte algún daño si no cumples con sus exigencias. Sin embargo, lo que cuenta aquí es la bondad de tu vecino.
    Me gustó tu charla de ahora mi Tati. Besotes para tí y las demás Tatis.
    (Y sigo extrañando las ilustraciones de Silvia)

    (Y sigo extrañando las ilustraciones de Silvia)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Cañue, has captado perfectamente lo que yo pretendía con esta entrada: resaltar la bondad de mi vecino.

      Eliminar
  9. Yo aplaudo a Raimundo, su generosidad me produce una inmensa alegría. Gracias a gente como él, el mundo es un poco mejor.
    Besos.

    ResponderEliminar
  10. ¡Vaya, no me esperaba esta polémica!
    Mi pretensión al escribir esta entrada era resaltar la calidad humana que Raimundo para mí tiene. No quería entrar a valorar si lo que hacen o no los subsaharianos está bien o mal. Creo que podemos incurrir en muchas injusticias generalizando.
    Sé que en este tipo de actividad hay mafias, que no siempre se actúa de buena fe, que hay gente que se siente intimidada y forzada a pagar "el peaje" ante el temor de que si no lo hacen les rayen el coche. No soy ninguna ingenua y tampoco me he caído de ningún guindo.
    Pero, insisto, pese a todo eso, para mí la actitud de Raimundo no pierde ni un ápice de valor. Como tampoco lo pierden (es más, para mí es valiosísimo) aquellas personas que ayudan a la gente de la calle, a los drogadictos, a los alcohólicos, o a muchos otros que no pasarían nuestro "examen".

    ResponderEliminar
  11. Yo soy como tu Raimundo y a veces como Siusanita (la de Quino) me dan ganas de decir..... MALDITA SEA MI BONDAD!!!!!

    A veces me ven la cara..... Pero casi siempre....quedo contenta.

    Un beso Tati querida y otro a todos mis amigos de este barrio de letras y de cariños.

    ResponderEliminar
  12. Un día alguien que me acompañaba al verme poner unas monedas en una mano tendida hacia mí me dijo: ! no des que se lo gastará en vino ! No quiero saber en que se lo gasta. Lo que si se es que si no las doy siempre me quedará la duda si no será para pan.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi madre me ha comentado que a ella le pasa justo lo mismo.
      Quizás los motivos que nos muevan a hacerlo sean diferentes, cada uno tendrá el suyo, pero eso no resta la importancia del gesto.

      Un beso enorme, Fabita.

      Eliminar
  13. Que historia más bonita y encima real. No será de las historias que salgan en el telediario o en los periódicos, no sea que al ver una buena noticia le dé un infarto a alguien o peor que este gesto humanitario se empiece a contagiar y de repente todos nos volvamos más humanos...
    ¡Tres hurras para Raimundo! Que representa el lado bonito y generoso que todos llevamos dentro…aunque en algunos esté muy dormido.

    ResponderEliminar
  14. Me ha encantado!!!!
    Sin duda con lo que me quedé al leer tu relato ha sido con la generosidad de tu vecino y con ese abrazo entre risas. Que bonito tener esa capacidad de dar esperando solo recibir esa sonrisa.
    Otras tres hurras de mi parte.
    y si, deberían salir estas cosas en el telediario.....

    ResponderEliminar
  15. Felicidades Tati. A mí también me ha emocionado. Quizás porque conozco a los protagonistas de la historia. Raimundo y los "Gorrillas". Ellos no lo llaman Raimundo, sino Papi, y se les ilumina la cara cada vez que lo ven, con esa sonrisa sincera que traen desde África. Papi además de ser una persona generosa, está lleno de vitalidad. Sólo lo he visto triste hace años, cuando lo prejubilaron y él no estaba de acuerdo: Quería seguir trabajando en su hospital, se sentía muy válido para seguir ejerciendo su profesión. Papi siempre tiene una palabra amable, incluso para Queca, aunque no le gustan nada los perros. Su ojito derecho es Candela, su nieta mayor. Y ella siente devoción por él.La misma devoción, estoy convencido, que sentirá su hermana pequeña, adoptada en Etiopía, y que es el bebé con los ojos más bonitos que yo he visto en mi vida. En cuanto a los "Gorrillas", no puedo opinar de otros en otras zonas de Madrid o del mundo, pero desde mi atalaya privilegiada puedo afirmar que nunca he visto una rueda pinchada o un coche rayado por ellos. Que los comercios de alimentación están encantados con ellos porque son los que les proporcionan las monedas de 1, 2 o 5 céntimos que siempre faltan en las cajas. Les he visto comprar una barra de pan, una lata de conserva y algo de fruta. Y esta frugal comida la acompañan con un tetrabrick de zumo o un batido. Nunca les he visto comprar una lata de Cocacola o de cualquier otro refresco, y, mucho menos una cerveza o un cartón de vino. Son los primeros que avisan a los conductores que aparcan en prohibido que la grúa se presenta allí en menos de 30 minutos. Y nunca, nunca, les he visto exigir a nadie que les de unas monedas por indicarles donde pueden aparcar. Al contrario: han puesto su mejor sonrisa cuando, dirigiéndose a ellos de una manera educada y respetuosa les han dicho que no llevaban encima una moneda para darles. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de otras personas, que con sus expresiones me han hecho sentir vergüenza de compartir nacionalidad con ellos.
    M.

    ResponderEliminar

Y si tú quieres decir algo:

Seguidores