¿Qué color tienen las palabras?

¿Qué sílaba definirá el trazo?

¿Qué imagen para expresar un sentimiento?

domingo, 18 de marzo de 2012

El hueco de la ausencia

Aisha retiró del calor el tagine y levantó su tapa de barro con cuidado valiéndose de un trapo. Comprobó el punto de cocción de la carne y sonrió satisfecha.

Antes había dispuesto los cuencos sobre la mesa de latón baja, colocado los vasos para el té en una repisa anexa y echado las cortinas para que su color ambarino le diera a la estancia un ambiente cálido.

Sus mecánicos movimientos eran la exacta réplica de los que había aprendido de su madre.

Al terminar, contempló el resultado y corrigió la alineación de los almohadones. Luego, se dirigió a su cuarto para vestirse con la chilaba que él le había regalado. Debía estar perfecta.

A los pocos minutos, percibió el cerrar de la puerta principal de la casa. Instantáneamente, fue invadida por un sentimiento mezcla de nerviosismo y amor, al tiempo que las pisadas hacían crujir los pocos peldaños de la desvencijada escalera.

Su padre apareció ahogado por el esfuerzo y se mantuvo en el umbral para examinar el perfecto orden del saloncito.

Con el rostro plenamente hierático, tomó asiento en su juego de cojines y, alzando la barbilla, hizo una leve señal.

La muchacha se apresuró a retirarle las babuchas, traer agua perfumada para enjuagarle las manos y correr con paso ligero hasta el hogar. Su padre la dejó hacer sin mostrar el más mínimo gesto.



Al destapar el guiso recién cocinado, el hombre arrugó la nariz y sin mediar palabra, lo apartó de un fuerte manotazo.

-            Otra vez te quedó seco, Aisha – le gritó.

-            Perdón... –murmuró imperceptiblemente la joven.

-            ¡No vales para nada! ¡Para nada! Dos años y tres meses sin tu madre y esto sigue siendo un desastre.

-            Perdóneme. Lo siento, yo…

Aisha se desmoronó, abrazó las piernas de su padre, le besó los pies.

El, con las manos en un temblor, la sujetó fuertemente por los hombros y la apartó de sí. Bruscamente, se levantó y los cuencos, el recipiente de barro y la mesa dorada se estrellaron contra el suelo.

Se acercó a la ventana y rígido como el alminar, contempló el callejón con ojos ciegos. Su hija seguía con la cabeza agachada, encogida como cordero antes del sacrificio, derrotada y completamente muda.
Y con un sonido sordo, en una frecuencia inaudible, murmuró:

-            No eres tú, hija mía, es ella. Ella y su ausencia constante, su terrible hueco en el aire.


Ilustración: Silvia Sanz
Texto: Esperanza Castro

21 comentarios:

  1. Este cuento surge como ejercicio de mi taller de literatura.
    De alguna forma, he querido denunciar en él la situación de muchas mujeres que aún se dan en algunas sociedades (incluida la nuestra).
    Espero que os guste el texto y, por otro lado, me encantará como siempre leer vuestros comentarios y opiniones al respecto.

    Un besazo para cada uno

    ResponderEliminar
  2. Un mesurado enfoque del clásico sentido machista que descarga en las mujeres, sean éstas esposas o hijas, el conflicto de sus frustraciones emocionales, economicas, espirituales, o de cualquier tipo.

    El relato estaría delicadamente ambientado en lugar asiático, pero lamentablemente también pertenece a Occidente, HOY y mucho me temo per secula-seculorum por ese malinterpretado sentido de la superioridad del macho de todos los tiempos.
    Estoy segura de que el anciano del relato recién valora a la esposa luego de perdida, y de ahí también su encono por remordimientos.-
    La última frase del relato permite un atisbo de raciocinio, pero el daño ya está hecho.
    Como siempre, la ilustración de SILVIA, un portento. Sin olvidar detalle, cuencos, cortina, mesita, pero la carita de Aisha, por sí sola es todo un poema.

    ResponderEliminar
  3. Un mesurado enfoque del clásico sentido machista que descarga en las mujeres, sean éstas esposas o hijas, el conflicto de sus frustraciones emocionales, economicas, espirituales, o de cualquier tipo.

    El relato estaría delicadamente ambientado en lugar asiático, pero lamentablemente también pertenece a Occidente, HOY y mucho me temo per secula-seculorum por ese malinterpretado sentido de la superioridad del macho de todos los tiempos.
    Estoy segura de que el anciano del relato recién valora a la esposa luego de perdida, y de ahí también su encono por remordimientos.-
    La última frase del relato permite un atisbo de raciocinio, pero el daño ya está hecho.
    Como siempre, la ilustración de SILVIA, un portento. Sin olvidar detalle, cuencos, cortina, mesita, pero la carita de Aisha, por sí sola es todo un poema.

    ResponderEliminar
  4. VIEJO ABUSIVO !!!

    Ella no es su víctima sino su cómplice.

    A mí me hace éso mi PAPACITO y su marfil lo va a tener que recoger a veinte metros y éso si quiere tener con qué masticar las piedras que en adelante tendrá que comer.

    Tu cuento, TATI, no es sino un retrato de miles de millones. Yo, a la hija, le regalaría justicia poética. Nada de bofetones, claro, (aunque las ganas no falten)pero tendrías que darle a la hija; UNO; o el justificante que nos haga aceptar su tonta actuación o DOS; las herramientas para darle una contestación que le ordene las dos neuronas que tiene su PADRE. Las historias de mujeres ABNEGADAS (aborrecible desde la palabra) me caen en la charola de los merengues. Dónde están las mujeres inteligentes que no permiten, ya no digamos un mal trato, sino una descortesía....?

    A cambio del orden que es la comida para el alma, de la comida para el cuerpo y del agua perfumada para las patas del asno.... ella no debería recibir sino amor.

    Tati querida mi parecer fue dicho. Besos y abrazos como siempre para tí, para mi querida la tu mi MADRE y al Principito.

    Desde México con el cariño de siempre.

    ResponderEliminar
  5. Tatip, antes que la ausencia, este señor como tantos otros, ya padecía tremendos huecos. Ch.

    ResponderEliminar
  6. Marion, gracias por tu comentario, tiene mucha "miga".
    Efectivamente, lo encuadré en un país del Magreb, tenía ganas de irme allí con mis personajes, pero igual podría haberlo encuadradado en tu país o en el mío.
    Es el modo, la forma, la costumbre ancestral de tratar a las mujeres por parte de los machos (y empleo MACHOS con todo el conocimiento).
    El detalle que apuntas de que "es ahora, cuando la mujer está muerta, el momento en que la valora" es una idea acertadísima, ¿cuántas veces no sucede eso?
    En el final, ciertamente quise de alguna manera justificar al padre pero, como bien apuntas, el daño ya está hecho porque, además, la educación de sometimiento por años, no se alivia ni cura en un momento, ¡se necesitan tanto o más tiempo para paliarlo!

    ResponderEliminar
  7. Betilón, la justificación a la manera de actuar de Aisha es, precisamente, lo que le comenté a Marion, no ya años, sino siglos de educación machista.
    Más que una mujer abnegada, yo la veo SOMETIDA, sometida no ya por su padre, si no por la educación que recibió de su propia madre (copia exactamente sus gestos).
    Muchas veces, no es el padre el que transmite esta educación, es la propia mujer, la madre, que la transmite convecida de que tiene que ser así, a las propias hijas. Y, si en algún caso, éstas se revelan ¿cuántas no se encuentran en sus madres la principal oposición?
    Insisto, son siglos de tradición. Por eso, aquellas que se atreven a romper con ellos, son unas verdaderas heroínas.

    Me alegro muchísimo de verte por aquí.

    ResponderEliminar
  8. Chux, como siempre breve y acertadísima.
    "Si lo bueno es breve, dos veces bueno".
    Un besazo

    ResponderEliminar
  9. Siglos de sumisi{on no se cambian .Ojal{a pudieramos hacer algo por esas mujeres ,pero es que del padre pasan a los maridos.
    Si pudieran darse cuenta para salvar a sus hijas !!!!!!!!
    Betilon que gusto leerte,
    la tecla de acento est{a haciendo huelga jaja

    ResponderEliminar
  10. Silvia como siempre tu interpretando tan lindo los relatos de Tati

    ResponderEliminar
  11. Me ha gustado el relato, aunque triste por la situación real que representa y la ilustración de Silvia muy bonita.
    Besos.

    ResponderEliminar
  12. Es un cuento precioso que, en muy pocos renglones, consigue encender la indignación hacia ciertas situaciones que aún se dan en la actualidad.
    Desde nuestro punto de vista, que hemos recibido una educación más igualitaria, es difícil comprender cómo una mujer puede aceptar tal sumisión como algo natural. Dan ganas de abofetear al padre... y luego también a la hija, para que reaccione.
    Vista desde "aquí", diríamos que es tonta.
    Pero hay que pensar que nuestra mentalidad está tremendamente condicionada por lo que nos imbuye la cultura que nos rodea desde que nacemos, y habría que tener una clarividencia extraordinaria para rebelarnos contra lo que configura el mundo que vivimos.

    Por muy inteligente que sea Aisha, las bases de su vida son las que le inculcaron, y a partir de ellas desarrolla su personalidad.

    ResponderEliminar
  13. Por encima de masculino o femenino
    mas bien yo aqui adivino
    la reaccion desproporcionada
    del que hace un mundo de nada.
    Cierto que el Padre bien podía,
    teniendo en cuenta que es su Día,
    endulzarle la jornada.

    La ilustración de Silvia,
    como siempre, una monada.
    Victorese

    ResponderEliminar
  14. Tatip,
    Las compañeras han dicho todo y han dado el enfoque justo al bonito relato pero yo voy a ponerle un “pero” a la última línea.

    - No eres tú, hija mía, es ella. Ella y su ausencia constante, su terrible hueco en el aire.-

    Un magrebí no diría nunca eso aunque lo piense. Nunca se hubiera dejado llevar por la emoción hasta reconocer y expresar un sentimiento hacia la hija y la esposa. Todo sentimiento es debilidad y no debe mostrarse. Especialmente hacia la mujer. Son herméticos como ostras.


    Precioso el dibujo

    ResponderEliminar
  15. Fabi, quizás tengas razón. Quizás haya sido un atrevimiento por mi parte pero... ¿no puede ser mi personaje una excepción?

    Ahora me has hecho pensar. Tu comentario me lleva a reflexionar si, presisamente por esa frase, mi relato es poco creíble...

    ResponderEliminar
  16. No tngo palabras, porque ya está dicho todo por las demás, que razon tenis todas, para que luego digan de las mujeres, son los hombres los que hacen ser malas a algunas mujeres.
    Silvia, maravilloso el dibujo

    ResponderEliminar
  17. Hay mujeres que por el temor al hueco de la ausencia de su hombre, permiten abusos hacia sus hijos, y en su precencia, más le valiera morirse como la del cuento.

    ResponderEliminar
  18. Me temo que en el día a día, más de lo que te puedes imaginar, algunos pueblos tienen la ¿excusa? de su cultura y es muy, muy difícil que cambie; aunque desde aquí no entendamos nada, ellas lo ven tan normal, que ni lo entiendes ni lo comprendes. Incluso cuando están aquí a pesar de trabajar con ellas, cuesta el cambio; Así es que el cambio en los hombres poco menos que inimaginable. A veces, solo a veces, cuando están aquí , afortunadamente se dan cuenta que pueden hacer muchas más cosas y entonces es maravilloso. NO hay que irse fuera, nuestra etnia gitana no tiene mucho que envidiar a la musulmana. No os imagináis lo triste que es ver a las madres gitanas, de nuestra edad, que intenta que sus hijas no cometan sus mismos errores y no hay manera y cuantas veces me han dicho algunas "que suerte tenéis las payas".
    Es muy difícil.
    Resulta fácil desde nuestro afortunado lado opinar "yo no me dejaría", " a mí no me lo harían....." Pero hay que seguir trabajando y cada uno poner nuestro granito de arena. Un pequeñito paso, da mucha alegría.
    El cuento y el dibujo es uno de esos pasos que merece la pena. Enhorabuena a las dos.

    Por cierto, sigo dándole vueltas a los abogados del otro cuento. A lo mejor estaban fuera de contexto, están saturadísimos de trabajo, quemadísimos por sus jefes y estaban como tú, subiéndose por las paredes y despotricando a su manera. Yo me imagino que si a veces nos oyen a los médicos hablar en corrillo, fuera del trabajo, también pueden pensar: ¡Cielos¡ ¡como está la sanidad¡
    Date un respiro y a ellos, un voto de confianza, que en el fondo, la gente es buena, seguro.

    ResponderEliminar
  19. Carliux, ¡qué alegría tenerte de nuevo!
    Y qué razón tienes también con tu comentario. Está claro que los errores en la educación y la forma de aplicarla, puede provenir de cualquiera, tanto de hombres como de mujeres.

    Isabel, sabio es poco decir de tu comentario. Largo y detallado. Tanto para este post como para el anterior. Muchas gracias,

    ResponderEliminar
  20. Pienso que además del vacío, influye la edad en su irascible comportamiento, por eso me alegra que hayas escogido para tu historia a un personaje mayor, casi anciano. Suena bastante lógico. Mi padre, que toda la vida ha sido afable, suele responder furioso cuando se le pregunta si desea algo... ¿Y NO VOY A QUERER?
    Bonita historia, Tatirín.
    Besos.

    ResponderEliminar
  21. Hola Tati,

    Estoy de acuerdo con Fabiola.
    A la mujer no la tienen precisamente en un altar.

    Besos

    ResponderEliminar

Y si tú quieres decir algo:

Seguidores